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Comunicación a la Sociedad Argentina de Pediatría, septiembre 12 de 1950
Cuando hace dos años comenzamos a utilizar la angiografía cerebral
carotídea como método rutinario de diagnóstico en las afecciones encefálicas
supratentoriales en el niño, hallamos que la literatura previa sobre
el tema no aportaba claramente, entre otros, dos datos de vital importancia
para proceder con este método. Primero, la tolerancia y riesgos de la
angiografía en el infante, sobre todo en el niño pequeño y, segundo, los
caracteres de las imágenes angiográficas en el niño, en relación con las
que teníamos costumbre de ver en el adulto.
Aún cuando Egas Moniz llevó a cabo exitosamente su primer angiografía
cerebral en el hombre, el 28 de junio de 1927, el método fue
hasta hace poco usado con ciertas limitaciones y casi exclusivamente para
el diagnóstico de las afecciones vasculares del encéfalo, salvo en ciertos
centros neuroquirúrgicos alemanes y escandinavos, en parte debido a la
falta de una sustancia de contraste cuya inocuidad estuviera probada por
la práctica. Desde que Torkildsen , en Noruega, en 1938, y Gross, en
los Estados Unidos, en 1939, comenzaron a utilizar como sustancia de
contraste el diiodopiridonacetato de dietanolamina (Diodrast, Nosylan,
Perabrodil), en lugar del riesgoso dióxido de torio coloidal (Thorotrast)
y desde que se introdujo el método percutáneo de inyección de la
carótida (Loman y Myerson, 1936; Shimiduzu, 1937), la angiografía
comenzó a tomar incremento y a usarse no sólo para el estudio de las
afecciones vasculares del encéfalo, sino también para el diagnóstico de
las neoplasias cerebrales. En los últimos cinco años el uso de este procedimiento
diagnóstico ha venido a enriquecer y, a veces, a suplantar a los
métodos neumográficos en Neurorradiología. Angiografía y neumografía
son utilizadas por igual en todos los centros neuroquirúrgicos progresistas.
La falta de datos de la angiografía cerebral en el niño se explica si se piensa en la menor frecuencia de las neoplasias supratentoriales en éste,
| en relación al adulto, y en la circunstancia de que las malformaciones
vasculares congénitas generalmente tienen expresión clínica en la adultez.
El interés de la angiografia cerebral en el niño reside, entre otros aspectos, en el diagnóstico precoz de las malformaciones vasculares congénitas, en el diagnóstico positivo de las tromboflebitis cerebrales y el
diagnóstico diferencial del hematoma subdural con la hidrocefalia, aparte
de su aplicación en procesos patológicos análogos a los del adulto, como
las lesiones expansivas supratentoriales.
Esta comunicación se basa en el análisis retrospectivo de un ciento de
angiogramas obtenidos en niños desde los 3 meses de edad. |
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