Resumen:
Si bien la hidatidosis cerebral es bien conocida, sobre todo en países
como el Uruguay, Australia y Argentina, la presentación de estos tres
casos, como contribución al tema, en este Congreso, puede tener cierto
interés desde el punto de vista clínico, anatomopatológico y quirúrgico.
Los quistes hidatídicos del encéfalo, lo mismo que los de otros órganos
pueden ser secundarios, metastásicos, como resultado de la inundación
de la sangre por escólices derivados de un quiste primario fértil
que se ha roto hacia el lado izquierdo del corazón, o bien primarios,
derivados de embriones hexacantos que luego de franquear el filtro hepático
y pulmonar son llevados a través de la carótida al cerebro (Dew ).
Habitualmente, en este último caso, el quiste es único y solitario ( Phillips). Esto significa que si el quiste se extrajera sin sembrar escólices
en el campo operatorio la curación sería definitiva. De ahí la defensa
de procedimientos operatorios que, como el descripto por Dowling,
garantizan la extirpación de la lesión sin riesgo de siembra operatoria.
El primer paso para lograr este propósito es, sin embargo, que
el cirujano aborde siempre el caso con la impresión diagnóstica de que
se trata de un quiste hidatídico. Así se evitará el riesgo de siembra. por
punción del quiste, al intentar ejecutar la ventriculografía o al punzar
el cerebro descubierto para localizar un “tumor” profundo, como ocurrió,
en los casos de Phillips y de Valladares y Diaz, entre otros.
No son pertinentes aquí consideraciones históricas que el lector podrá
hallar en las excelentes revisiones de Dew, Viale, Langmaid y Rogers
y Phillips y en los trabajos de Dowling. en la Argentina, y de
Schroeder, en el Uruguay.